La medicina habita en nosotros mismos

El sol nos abrazó todo el día y me sentía renovada. Las pequeñas se habían dormido después de un hermoso día de playa, subiendo y bajando dunas, juntando caracoles, transformando un trozo de corteza en barco, casa, tren, jugando con semillas, piedras y flores.

Cuando comenzó a atardecer, y ya volvíamos hacia nuestra casa, sentí un pinchazo en el ojo izquierdo y en seguida le pedí a mi esposo que conduzca el.

Al llegar a casa y mirarme al espejo, tenía una pequeña espina clavada, pequeña pero muy molesta. Pensé en ir al médico, ya que en estos casos no recomiendan “descansarse”, respiré profundo y sentí que lo mejor sería cerrar el ojo y dejarlo reposar, ir al médico implicaba muchas horas de espera, mover a toda la familia y necesitaba hacer algo cuanto antes.

Las niñas seguían dormidas, cuando Aldo (mi esposo) me recordó que en la mañana ya le había comentado que estaba muy cansada, que no había dormido nada bien, la más pequeña había pasado la noche sin poder respirar muy bien a causa de su nariz tapada. Entonces decidí acostarme un rato para dejar que mi cuerpo haga su proceso.

Al pasar un par de horas, me levanté y aún seguía la molestia, pero había algo nuevo, un gran momento ¡AHÁ!; ¿necesito un accidente, lastimarme, para cerrar los ojos y darme el tiempo de descansar? Yo ya sabía que estaba cansada, pero seguía resistiéndome a mi necesidad. Decidí seguir durmiendo y escucharme.

Cuando me desperté al otro día en la mañana, ya no tenía nada en el ojo. Había visto lo que tenía que ver y listo. Mi cuerpo se regeneró y expulsó lo que molestaba. Una pequeña espina en el ojo me enseño algo muy grande y por eso renové el compromiso con mi salud, conmigo misma, de escuchar a mi cuerpo, mis necesidades y satisfacerlas.

Y tú, ¿escuchas tus necesidades?, ¿las satisfaces primero que nada o sueles postergarlas?. Por favor comenta aquí debajo y si te gustó este articulo, puedes compartirlo, quizás puedes ayudar a alguien a cambiar su día.